El cambio. Francesc Martínez Boluda, presidente de CIFEC
El título de este artículo de opinión a algunos seguramente les recordará el lema de alguna campaña electoral pasada, pero nada más lejos de mis objetivos que hacer apología política del cambio que más que cambio en muchos casos es un recambio.
Reflexionando sobre el cambio me he percatado de que el ser humano y por consiguiente todas sus estructuras sociales, políticas, jurídicas y empresariales –que es lo que ahora nos ocupa- no están preparadas para el cambio, lo aborrece, huye de él, y le angustia y provoca crisis.
Sin quererlo acabo de usar dos de las palabras que quizá mejor definan nuestros tiempos: angustia y crisis. No es baladí, la crisis y angustia que vivimos no son dolencias en sí mismas es la sintomatología de un profundo cambio en el que nos hallamos inmersos.
Pero ¿por qué afirmo que no estamos preparados para el cambio? Hasta hace muy pocos años la esperanza de vida del ser humano estaba limitada a los treinta y cinco años. Con este corto lapso temporal no había tiempo para experimentar la necesidad de cambio en una vida humana. De la niñez pasábamos a una corta adolescencia donde lo que manda nuestra genética -que en esa etapa está especialmente preparada para ello- es reproducirnos, y una vez conseguida la supervivencia de la especie empezábamos a decaer y moríamos. No me voy a meter en cuestiones biológicas, pero ¿hay alguna otra especie que pasada la etapa fértil no muera? No, porque tras la reproducción se ha conseguido la supervivencia de la especie y la vida ya no tiene sentido alguno.
¿Para qué era entonces necesario que la selección natural dotara a nuestra mente y capacidad intelectual para el cambio? Como no podía ser de otra forma la selección natural no lo hizo, y ahora la consecuencia es que cualquier cambio profundo o cambio de mentalidad nos provoca angustia y crisis.
Las estructuras y funcionalidades de las centrales de compras han estado centradas en eso, las compras. A veces, sin mucho convencimiento, algunas centrales de compras han añadido el concepto servicio; pero como he dicho, sin mucho convencimiento. Ello era debido a que el hábitat en el que se han desarrollado las centrales de compra ha sido un mercado monopolizado por la demanda donde hasta hace bien poco tiempo el consumidor absorbía de forma creciente toda la producción y el problema se centraba en la compra y el abastecimiento.
Ahora las cosas no son así: el consumo se ha adormecido, ha entrado en letargo e hibernación… y de brotes verdes que anuncien la primavera nada de nada, la nieve todavía lo cubre todo y algunas voces anuncian una nueva era glacial.
No hay opción, por muy angustiante y crítico que resulte, toca adaptarnos, cambiar, adaptar nuestras estructuras a las nuevas exigencias. Exigencias que requieren un importante cambio de mentalidad. Primero ser capaces de ver qué hacemos y a qué nos dedicamos. Es decir, ¿se justifica el mantenimiento del concepto central de compras por sí mismo y como actividad casi exclusiva de nuestras estructuras?, ¿va a ser necesaria la central de compras en un ecosistema donde la facilidad de acceso a la información y la consecuente transparencia generen nuevas estructuras de distribución y logística?
Seguir haciendo lo mismo y esperar que las cosas cambien para mejor, sin duda es el tipo de demencia más común del ser humano. En la encrucijada en que nos encontramos debemos sentarnos un momento en un lateral del camino y darle unas vueltas a qué es lo que estamos haciendo; ¿Basta sólo con gestión de compras?, ¿podemos circunscribirnos exclusivamente en la definición de “Centrales de Compras”? Entiendo que no, las compras son un servicio más en la empresa, un departamento, pero va a ser necesario adaptar las estructuras para ofertar más servicios que son esenciales para la nueva economía.
La oportunidad de escribir estas palabras exige por mi parte la responsabilidad de aportar soluciones, o mejor dicho, dar mi opinión sobre las posibles vías o caminos por los que puede ir el futuro. Sin ánimo de ser futurólogo, humildemente creo que existen algunas evidencias en nuestros tiempos que deben ser analizadas y que van a predeterminar, sin lugar a dudas, las nuevas estructuras económicas: Por una parte la globalización permite tener acceso a cualquier bien o servicio en cualquier lugar del mundo pero también lleva consigo la nivelación de las condiciones de trabajo que cada vez serán más similares entre todas las economías (vasos comunicantes). Ello puede suponer un empobrecimiento de las clases medias occidentales que sean incapaces de aportar valor añadido a su producción (tecnología y conocimiento) – suerte que en España todavía nos queda el sol, el clima y la gastronomía… y quizá ahora Eurovegas-. Por otra parte el imparable aumento del precio las materias primas como consecuencia la explosión demográfica, y no hablo solamente de petróleo, hablo de aluminio, pero sobre todo y más importante el alza de precio y escasez de los productos alimenticios básicos, tan básicos como el aire y el agua. Todo va a ser mucho más caro ya que no es sostenible el ritmo frenético de consumo al que hemos estado acostumbrados.
Por tanto el ecosistema en el que las centrales de compra nacieron en los últimos lustros del siglo pasado ha sido barrido del mapa y no podemos esperar que vuelva a renacer. La central de compra como agregador de una demanda hipertrofiada ha muerto. Debemos darles a las centrales de compra unos nuevos contenidos… y ¿por qué no? dejar de llamarlas centrales de compra. Hay otras cosas más importantes que simplemente comprar a buen precio – que sin duda es importante- pero no suficiente. Ahora es más importante la creación de marketing de punto de venta, la creación de marca propia vinculada a la marca cadena, la fidelización del cliente final y la fidelización del proveedor – ¿qué valor añadido aportamos al proveedor?-, la inteligente gestión administrativa para aprovechar al máximo los recursos y que no haya fugas de información cada vez más valiosa, centralización de servicios informáticos, gestión de recursos humanos y prestación de servicios financieros tanto a los asociados como a los proveedores y clientes finales.
Las compras son una parte del negocio muy importante –básica- pero no sirven de nada si no se vende. Es necesario replantear nuestras organizaciones como empresas de servicio holístico, es decir, global, capaz de dar sentido y cohesionar la distribución que es realmente el único motivo de nuestra existencia.