RESPONS(H)ABILIDAD

Por: Jordi Costa

Presidente de ANCECO

 

Séneca (4aC – 65 dC), célebre filósofo, político y escritor cordobés, estandarte del estoicismo, afirmaba que en la adversidad conviene, muchas veces, tomar un camino atrevido, en lugar de quedarnos bloqueados por el golpe. No obstante, en la antigua Roma no se tomaba ninguna decisión importante si no la autorizaban, previamente, los augures, y ya antes, en Grecia, sucedía otro tanto con los oráculos y las pitonisas y seguro que si tuviese mayor conocimiento de la historia de las civilizaciones encontraría multitud de ejemplos para demostrar que los humanos hemos requerido siempre opiniones y predicciones de otros para tomar nuestras decisiones y justificar nuestras actuaciones.
 
Salvo en civilizaciones indígenas, afortunadamente para ellas perdidas en rincones inhóspitos de nuestro planeta, ya nadie hace uso de las adivinaciones de chamanes, oráculos o augures. Nosotros, mujeres y hombres modernos, contamos con unos expertos que, (dicho sea de paso, fueron incapaces de predecir la magnitud de la pandemia y su costosísimo impacto en la economía, como también lo fueron de vaticinar la precedente crisis financiera), y basan sus predicciones de futuro en datos del pasado. Lo llaman curvas, tendencias, ciclos, trayectorias, corrientes, …
 
Es cierto que nuestro mundo resulta terriblemente complejo, se nos escapan multitud de aspectos, y también lo es que, a pesar de los distintos instrumentos al abasto de los economistas (modelos matemáticos y estadísticos extraordinariamente complicados) predecir es difícil y arriesgado, de modo que la probabilidad de acierto es relativamente baja. El economista Xavier Sala i Martin utiliza un ejemplo, cuanto menos muy original, sobre las predicciones en economía que consiste en conducir un vehículo en el que el parabrisas está cubierto por una espesa manta y solo se puede guiar la conducción del vehículo mediante el uso del retrovisor. Afirma que mientras el camino sea recto podremos conducir sin problemas, pero cuando vengan las curvas, la información que nos proporciona el retrovisor no servirá absolutamente de nada.
 
Como empresarios y dirigentes, podemos culpar a nuestros expertos por no habernos avisado de lo que venia y a nuestros políticos por no estar a la altura y hasta a nuestra suegra por recordarnos, con enfermiza asiduidad, que ya nos lo había advertido, aunque ello no cambia que los desastres o las pandemias, de manera generalizada, no pueden ser previstos o controlados, están fuera de nuestro alcance y campo de actuación.  Ahora bien, nuestra responsabilidad, es decir, nuestra habilidad de responder (respons(h)abilidad) -si recurrimos a la distinción del lenguaje que se utiliza en el coaching para observar las cosas con una mirada diferente que capacita a la acción- nuestra elección de cómo posicionarnos frente a los acontecimientos y de hacernos cargo de la situación, resulta absolutamente decisiva y parece lógico pensar que, dado que no podemos anticipar ciertas situaciones ni confiar en políticos y expertos que no ven venir según que acontecimientos, nuestras empresas deberían aplicar el principio de precaución con el fin de protegerse contra el peor de los escenarios posibles ya que si sucede, habiéndolo previsto, estaremos preparados para actuar en consecuencia. 
 
Tal afirmación tiene fundamento científico. De hecho, un estudio desarrollado en la Universidad de California comprobó que el optimismo rara vez es positivo y que, para lograr nuestras metas, imaginar los resultados y suponer que todo saldrá bien, no es el mejor camino. Al contrario, el mismo estudio afirmaba que quienes finalmente lograban sus metas eran las personas que visualizaban el camino y se preparaban para los contratiempos que podían ocurrir. Y, justamente, ese proceso de preparación les ayudaba a reducir la ansiedad y la angustia.
 
El mismo Seneca afirmaba que “aquellos que no están preparados, se sentirán aterrados por los acontecimientos más insignificantes”
 
Por todo ello, conviene que nuestras empresas desarrollen planes de contingencias, prevean riesgos, amenazas o, incluso, anticipen catástrofes, como la actual, para estar preparadas, y tener capacidad de responder (respons(h)abiliad), disminuir las tensiones y, de este modo, posibilitar su supervivencia.
 
Y, ¿quién sabe?  En el mejor de los casos, igual no pasa nada.

 

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